OPINIÓN GP | D.J. VÍLCHEZ @JuanitoVF | EL FONDO SUR
Una bisagra es por definición un punto de unión o articulación de dos elementos, o elemento que actúa de intermediario entre otros.
Cuando la bisagra no está engrasada, esta chirría, impidiendo el buen funcionamiento del elemento al que va destinada.
Ese elemento, generalmente una puerta, se convierte en un incordio para sus propietarios, no cierra bien, hace ruido, pierde eficacia, llevando a estos muchas veces a la desesperación e incluso a plantearse el cambio de la puerta. Cuando en realidad lo único que necesita es engrasar su mecanismo, encontrar a la persona idónea que le de lo que en ese momento necesita, y entonces, recobra su máximo esplendor y vuelve a ser la puerta bonita que sus propietarios compraron el primer día.
Eso está pasando este año con el “Graná de los chaveas”. Los Quini, Germán, Montoro, Víctor, Ramos… lucen en un mecanismo que empieza a alcanzar la perfección y que alcanza en Puertas su máxima expresión. Lo del almeriense es un escándalo a estas alturas de temporada, de defenestrado a indispensable. De señalado por la grada a vitoreado. De criticado por su juego a ser uno, si no el mejor, jugador de la jornada en toda la Segunda División.
Los críticos con su juego, entre los que me incluyo, tenemos que rendirnos a la evidencia de que quizás lo único que necesitaba era sentirse importante en su “tierra”, sentirse querido por su afición y recibir la confianza del míster. Dicen que es de sabios rectificar. Solo necesitaba un poco de engrase.
Diego Martínez ha conseguido que este equipo roce la excelencia, un equipo rocoso, solidario, participativo, contundente, rápido, seguro y con mucha calidad arriba.
Donde los jugadores del año pasado brillan como pocas tardes los hemos visto brillar con la rojiblanca y donde los nuevos lucen, pareciendo por momentos, que lleven jugando juntos toda la vida, aunque como J.A. Martínez solo lleve uno como titular en liga.
Un portero que está ganando en liderazgo, una defensa segura y eficaz, un medio campo con San Emeterio sublime y Montoro de dulce, ayudado por la movilidad de los tres de arriba, que vuelve loca a las defensas. Y un Ramos muy participativo, lástima de su lesión.
Esa movilidad es una de las señas de identidad de este GCF, atrás quedaron las dependencias de un solo jugador, o el volcar el balón solo a una banda. Esa movilidad, además, permite ver la mejor versión de Montoro que está encantado de tener siempre a gente ofreciéndose por delante, y como muestra, el tercer gol del partido. Tanto en el pase, como en la definición de Puertas.
El banquillo está enchufado, son un equipo y todos asumen su rol y se sienten importantes. Grandísimo trabajo el de Diego, no es fácil “engrasar la bisagra” para que funcione tan bien.
Y la grada se ha reconciliado con su equipo, hacía tiempo que no se respiraba ese ambiente en Los Carmenes, en el que parece que todo es posible, en el que se vuelve a soñar. Tanto es así, que el club se ha visto obligado a abrir de nuevo la campaña de socios. Última llamada a los rezagados. No habrá más oportunidades. Es el momento y son bienvenidos. Y necesarios.
Pero antes de que lleguen y como recordatorio para todos, hay que mantener los pies en el suelo. Da un poco de vértigo y miedo ver al equipo así en la J.5ª, es irremediable la euforia, el soñar es gratis y nos puede llevar a olvidarnos de que el objetivo antes que ninguno es conseguir los 50 puntos que aseguren la permanencia. Una vez logrados ya tendremos tiempo de ver dónde estamos y soñar.
Llega Riazor, campo complicado y que servirá para calibrar al equipo.
Diego Martínez: “en esta categoría pasar de ser un equipo en gracia a desgraciado son dos días”. Palabra del míster. Que no se nos olvide el camino. Este es el camino.
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