OPINIÓN GP | JAVIER RUIZ @sevennorth | LA COLUMNA DEL 5
Llegué tarde, muy tarde, dos ocasiones había tenido Osasuna y el Granada había cambiado tanto desde la última vez que lo había podido ver que parecía otro equipo, peor equipo. La línea era descendente: se perdió contra el Nástic y contra el Oviedo aunque hay que pensar que en septiembre este equipo no existía. Un grupo de chavales, la mayoría andaluces, fueron llegando en agosto al Zaidín y les dijeron que eran el Granada. Apenas quedaban un central maltrecho y francés y un delantero con enorme calidad, colombiano, entristecido y cabizbajo. Los dos pensando en irse si surgía la oportunidad para no jugar en la segunda. Llegó Oltra y puso orden y sensatez y parece normal pero lean los periódicos, oigan las radios, ¿cuando ha sido la sensatez común en nuestra tierra? Les recuerdo que tenemos pantanos sin tuberías, estaciones de tren sin trenes y que el metro en el que vamos al fútbol estuvo a punto de convertirse en una leyenda urbana.
El domingo, mientras paseo por la Gran Vía en la manifestación que pide trenes para nuestra tierra pienso en cómo se defiende una ciudad, un equipo. Veo una batucada encabezando la manifestación y me produce la misma sensación de falsedad que la grada de animación en el campo. Odio el fútbol moderno y, también, las manifestaciones modernas. Pero, ¿cómo defendemos lo nuestro? ¿cómo defiende una afición a su equipo? ¿cuándo apoya y cuándo pita? Creo que la afición, y la ciudad, se educan y crecen en la constancia y el conocimiento. Una afición madura piensa desde dónde viene el equipo y adónde va. Para qué sirven los trenes y si es mejor ir a Motril o billetes rápidos y muy caros a Madrid. Una afición madura y responsable mimaría a los suyos para poder exigirles. El equipo corre y lucha cada balón, el Osasuna también. Aunque hayan salido al campo con un pijama amarillo, ¿dónde están las camisolas rojas y los pantalones negros?, ¿quién se confundiría si los dos equipos llevaran sus equipaciones?, ¿los de las televisiones en blanco y negro? ¿Por qué permitimos que nos roben los colores, el alma?
Agosto en el Zaidín. Imaginemos que unos pocos jugadores se juntan y quieren tomarse una caña. ¿Quién se conoce el barrio? ¿Machís, Saunier, Ramos? Los equipos empresa tienen que entender que su negocio no es el fútbol sino los sentimientos. La camiseta roja y blanca con las rayas horizontales, los Cármenes y el antiguo los Cármenes, la memoria de Izcoa, Parits, Aguilar, Macanás, Brahimi o Siqueira. ¿Quién queda en el club que entronque con la historia de nuestro fútbol, de nuestra ciudad? ¿Quién es el referente para este grupo de chavales? ¿Dónde juegan Ighalo, Rico, Roberto, Nyon? ¿Y en la ciudad? ¿Quién es un líder en la ciudad? ¿Quién tiene la fuerza moral y la credibilidad para coger una pancarta que pide que vuelvan los trenes a Andaluces y que nadie le discuta porqué está ahí, porqué coge la pancarta?
Puede que el espíritu de una ciudad sea su música. Yo me crié oyendo a los Cero. Pienso en sus letras y son el reflejo de la primera democracia, de la transición. Las desgracias caían del cielo —la vida qué mala es— pero había un contento general, un país que salía del infierno y aprendía a quererse -en lo más alto de la torre de la vela- y cogía autoestima. Llegaron los noventa y los Planetas nos advertían que no era verdad —van a pagarte lo mismo por el doble de trabajo— y que el infierno nos los vendían barato y lo pagábamos caro —esta vez nadie te va a preguntar, porque no aguantaría una mentira más—. En este siglo, aparece el primer grupo post-15M, el panorama ya no es tan bonito para Dolorosa -ardieron las calles, cerraron comercios, fueron los gatos a vivir con los perros (…) y tú sin saber formabas parte de esto—. Javi Varas bloca un balón y se le cae: gol de Osasuna. Intento aplaudir al equipo. Nadie anima. La desolación es general. Pero el equipo se levanta y sigue corriendo cada balón. Nadie deja de correr. El público, todo el público, empuja. Sale Pedro y centra varias veces con calidad y clase. El público y el equipo no cejan y Montoro engancha una junto a la base del palo.
El cese de Oltra es un momento que marcará la temporada. Como esa ocasión en la que callaste y debiste hablar. En la que buscaste la palabra exacta y los labios no se movieron. Aquella vez en que confundiste un roce de pelo y un sonido y no fuiste generoso y no supiste entender el mundo, el momento. Supongo que escribimos crónicas de fútbol, componemos canciones o tiramos fotografías porque nos equivocamos en los momentos decisivos. Porque la puñetera vida no tiene ensayo y error, sólo se cobra los desastres. El Granada pagará el error de Oltra todo el año. Ojalá me equivoque, ojalá lo obvio no sea cierto y el Granada convierta el despropósito en un acierto, en la palabra exacta, la toma perfecta. Si el fútbol es un código para entender el mundo, que lo es, el Granada ha entrado en una escena de la narración en la que todas las decisiones tienen un peso tremendo, una carga emocional, vital, imposible de levantar. ¿Podrá Kunde? El líder del equipo es un jugador a préstamo que se irá, lógicamente, a Madrid en cuanto acabe su formación. El fútbol nos explica tan bien.