OPINIÓN GP | JOSÉ LUIS CUENCA @piratacuenca | COLUMNA PIRATA
Hay cosas que solo pasan en el fútbol o alrededor de este. La Copa Mundial ha aportado, aporta y aportará historias de todo tipo. Documentos que ilustran a quienes estudiamos y disfrutamos este bonito torneo.
El fútbol, el deporte en general y sobre todo estos grandes eventos, deberían ser eso: diversión, pasión, nervios. Todo, por supuesto, siempre bien entendido y desde un punto de vista sano y educado.
Como apasionado al deporte en general y al fútbol en particular, disfruto enormemente cada edición de Juegos Olímpicos, Mundiales o Eurocopas. Lo bello del deporte (desde el punto de vista del hincha) es disfrutar cada etapa.
En primer lugar, uno disfruta de los tiempos de espera. En mi caso, los meses previos a una cita como ésta, uno se entretiene con las pequeñas cosas; programas de radio y televisión producidos con motivo del evento, publicaciones de prensa, libros que uno lee… Vamos, como en cada afición de la vida, ¿acaso el aficionado al cine o a la opera centra su hobby únicamente en las dos horas que dura el espectáculo?
Como deportista de competición he aprendido a lo largo de los años que si disfrutamos del camino y de todo lo que nos encontramos en este, conseguiremos más aportes positivos para nuestra vida que si hipotecamos nuestra felicidad y la centramos principalmente en el resultado del evento deportivo que estábamos preparando. Qué injusto para con nosotros mismos sería hacer esto. Si nos sale mal y no tenemos otro objetivo atlético importante hasta el próximo año, ¿pasaríamos doce meses descontentos pensando únicamente en el campeonato de la temporada que viene?
Estoy divagando demasiado. Con todo esto quería enlazar con un hecho realmente lamentable y que me apena. Hace unos días saltó la noticia de que Carlos “La Roca” Sánchez, jugador de la Selección de Colombia, había recibido amenazas de muerte a través de la red social twitter tras ser expulsado a pocos segundos de comenzar el partido de debut de su equipo en la Copa del Mundo, contra Japón.
El medio defensivo, que jugó esta campaña en el RCD Español, cortó con mano un disparo a puerta que con total seguridad hubiera concluido en gol y fue expulsado a los tres minutos de juego. El nipón Kagawa anotó el penalti y los cafeteros, que se vieron obligados a jugar todo el encuentro con diez efectivos, acabaron cayendo por 2 goles a 1.
La noticia recuerda al dramático suceso acontecido hace ahora veinticuatro años, cuando Andrés Escobar Saldarriaga fue cobardemente asesinado en Medellín a su regreso de la Copa del Mundo de Estados Unidos 94, en la cual Andrés se marcó un gol en propia meta en un partido que finalmente Colombia perdió también 2 a 1, precisamente contra los anfitriones. Tenía solo veintisiete años.
Es por ello que en estos días tengo sentimientos encontrados. Yo tenía casi seis años cuando mataron a Escobar y no lograba entender cómo alguien podía llegar a asesinar (siquiera a pegar) a otra persona por el solo hecho de errar durante una competición deportiva. Ahora, a punto de cumplir los treinta, me hago la misma pregunta.
Ya lo dijo “El Pibe”, Carlos Valderrama, hace pocos días en el canal de televisión RT. “Que actúe la justicia, no vayan a esperar que suceda lo que pasó con Andrés. Porque uno juegue al fútbol no vale la pena morirse, porque el fútbol pasa y la vida continúa. Jugamos al fútbol, nos divertimos, damos diversiones pero, ¿quién quiere equivocarse?, nadie.” Posteriormente añadía: “el fútbol es diversión, por eso venimos aquí a disfrutar durante treinta días, pero después la vida continúa”.
Trato de realizar un ejercicio de empatía. Trato de ponerme en el lugar de ese joven, Carlos Sánchez, treinta y dos años. Supuestamente cumpliendo el que quizás sea el sueño de su vida: vestir la casaca de su seleccionado en una cancha de juego durante el Mundial.
Nos equivocamos al pensar que los deportistas de élite, por muy famosos o ricos que sean, pueden (o deben) soportar cargas psicológicas a las que ningún ser humano debería ser sometido. Son personas. En muchos casos chavales y chavalas jóvenes. Adultos, pero de escasa edad, que nos hacen disfrutar cuando llegamos a casa y encendemos la tele o cuando asistimos a la grada de un terreno de juego.
Recordemos el vídeo de la canción de Paul McCartney; “The Pipes of Peace” y contemos al mundo por qué ocurrió aquello. Todo aquello.
Que siga rodando la pelota.